Vida Sin Ley: Una introducción al anarquismo
Segunda Edición
Esta revista fue traducida por Jesús A. León
La primera edición fue publicada en 2013. Esta edición revisada fue publicada en 2024. Ambas fueron publicadas por Strangers In a Tangled Wilderness.
Quiero libertad, el derecho a la autoexpresión, el derecho de todos a cosas hermosas y radiantes.
—Emma Goldman, 1931
Un anarquista es alguien que rechaza la dominación de una persona o clase de personas sobre otra. El anarquismo es un término muy amplio que engloba a un grupo de filosofías políticas basadas en la idea de que podemos vivir como anarquistas. Nosotros, los anarquistas, queremos un mundo sin naciones, gobiernos, capitalismo, racismo, sexismo, homofobia... sin ninguno de los numerosos y entrelazados sistemas de dominación que el mundo soporta hoy en día.
No existe una única expresión perfecta del anarquismo porque el anarquismo es una red de ideas en lugar de una filosofía dogmática única. Y preferimos que sea así.
El mundo hoy en dia
Estás obligado a fingir respeto por personas e instituciones que te parecen absurdas. Vives adherido de manera cobarde a convenciones morales y sociales que desprecias, condenas y sabes que carecen de toda base. Es esa contradicción permanente entre tus ideas y deseos y todas las formalidades muertas y vanas pretensiones de tu civilización lo que te entristece, te perturba y te desequilibra. En ese conflicto intolerable pierdes toda alegría de vivir y todo sentido de la personalidad, porque en cada momento reprimen, contienen y limitan el libre juego de tus facultades. Esa es la herida envenenada y mortal del mundo civilizado.
—Octave Mirbeau, 1899
Hay quienes dicen que el anarquismo no funcionaría, que necesitamos leyes, policías y capitalismo. Pero nosotros decimos que son los sistemas actuales los que no están funcionando.
La industrialización está calentando el planeta al punto que podría acabar con todos nosotros. En el mejor de los casos, ya hemos provocado una de las mayores extinciones masivas en la historia de la Tierra. La deforestación extiende los desiertos en la naturaleza y el racismo sistemático amplía los desiertos alimentarios en las ciudades.
Miles de millones pasan hambre cada día en todo el mundo porque el capitalismo global hace más rentable para las élites de las naciones hambrientas cultivar cultivos para exportación en lugar de alimentar a su propia gente. La ciencia ha sido subvertida por las exigencias del lucro, y la investigación solo recibe financiamiento si explora lo que podría enriquecer a unos pocos.
Incluso la clase media está empezando a caer en ruina, y en esta economía quedan pocos que crean en el mito de la prosperidad que nos vendieron cuando éramos niños.
Nos dicen que la anarquía no puede funcionar porque las personas son "intrínsecamente" defectuosas y están motivadas únicamente por el interés propio. De alguna manera, hacen el salto ilógico de esta idea a la noción de que por lo tanto necesitamos líderes y gobierno. Pero si no confiamos en las personas para que se guíen a sí mismas, ¿por qué confiamos lo suficiente en ellas como para ponerlas a cargo de todos?
¿Qué pasaría si en lugar de las organizaciones jerárquicas que nos han llevado a la ruina, creamos organizaciones horizontales? ¿Y si creamos una sociedad en la cual enfrentemos colectivamente los problemas, sin ignorar lo que nos hace únicos y sin forzar al individuo a estar subordinado al conjunto?
Responsabilidad y Libertad
Un anarquista es aquel que, al elegir, acepta la responsabilidad de la elección.
—Ursula K. Le Guin, 1974
Una forma en la que algunos anarquistas les gusta pensar es que el anarquismo es el matrimonio entre la responsabilidad y la libertad. En una sociedad estatal, bajo el gobierno, estamos sujetos a la responsabilidad de cumplir con un conjunto de leyes a las cuales no dimos nuestro consentimiento. Se espera que seamos responsables sin que se nos confíe la libertad. Hay leyes sobre todo: a quién podemos amar, qué líneas imaginarias podemos cruzar, qué podemos hacer con nuestros propios cuerpos. No se nos confía actuar bajo nuestra propia autoridad, y en cada paso estamos siendo administrados, observados, vigilados y, si nos salimos de la línea, encarcelados.
Lo contrario—la libertad sin responsabilidad—no es mucho mejor, y forma el mito predominante sobre la anarquía. El gobierno prospera con esta idea equivocada, la idea de que solo la existencia de policías y cárceles nos impide matarnos unos a otros a gran escala. Pero en realidad, las personas en este mundo que actúan con total libertad y ninguna responsabilidad son aquellas tan privilegiadas en nuestra sociedad que están más allá de toda crítica, como la policía y los ultra ricos. La mayoría de nosotros entendemos que para ser libres debemos hacernos responsables ante aquellos a quienes queremos y cuyas vidas nuestras acciones podrían afectar: nuestras comunidades, familias y amigos.
Anti-Capitalismo
El primer hombre que, al cercar un pedazo de tierra, dijo "Esto es mío", y encontró personas lo suficientemente ingenuas para creerle, ese hombre fue el verdadero fundador de la sociedad civil. Cuántos crímenes, guerras y asesinatos, cuántos horrores y desgracias podría haber evitado la humanidad si alguien hubiera arrancado las estacas o llenado la zanja, y hubiera gritado a sus semejantes: Cuidado con escuchar a este impostor; están perdidos si olvidan que los frutos de la tierra nos pertenecen a todos y la tierra misma no le pertenece a nadie.
—Jean-Jacques Rousseau, 1754
Existe esta idea, que ha demostrado ser falsa a nivel global, de que es "bueno", "saludable" o "más natural" que la mayoría de las personas en una sociedad actúen únicamente en beneficio personal. En términos económicos, este es el mito central del capitalismo: que todos deberían intentar aprovecharse de los demás todo el tiempo, y que si todos lo hacen, la mayoría gana. Las personas que quieren que creas en ese mito son las que ganan: las personas que ya controlan todo.
El capitalismo no significa, como se entiende popularmente, un sistema económico en el cual las personas trabajan por dinero que pueden intercambiar por bienes o servicios. El capitalismo es, en cambio, un sistema económico en el cual las personas pueden aprovechar su acceso al capital para extorsionar dinero a otras personas. Es decir, el capitalismo es el sistema por el cual las personas que poseen cosas no tienen que trabajar y todos los demás sí. La clase poseedora gana dinero simplemente por tener dinero. Ganan dinero a través de inversiones, alquilando propiedades, y del valor producido por sus empleados. Viven en el lujo porque están dominando a todos los que ganan dinero trabajando.
El capitalismo es un sistema mediante el cual una clase de personas domina a otra, y nosotros nos oponemos a él. En cambio, sugerimos todo tipo de formas diferentes de organizar nuestras economías. Algunos anarquistas abogan por el comunismo, en el cual los medios de producción son propiedad común de las comunas o secciones más amplias de la sociedad. Otros prefieren el mutualismo, en el cual los medios de producción son propiedad de individuos o colectivos y se utiliza dinero, pero el dinero solo se puede ganar a través del trabajo, no del capital. Está el colectivismo, que encuentra algo así como un punto intermedio entre los dos. Hay muchas más ideas además de estas, y la mayoría de los anarquistas creen que cualquier grupo de personas debería ser libre de elegir el sistema que prefiera, siempre y cuando estas ideas eviten sistemas demostradamente opresivos como el capitalismo.
Anti-Estado
El gobierno es una asociación de hombres que ejercen violencia sobre el resto de nosotros.
—Leo Tolstoy, 1894
Durante los últimos cientos de años, la retórica progresista en las sociedades occidentales ha girado en torno al tipo de gobierno que debemos tener. Pero la división de personas y geografía en "estados" bajo los cuales son gobernados es en sí misma absurda y perjudicial. Para un anarquista, preguntar qué tipo de gobierno tener es como preguntar si es mejor ser devorado por lobos o leones. Lo que no se pregunta con suficiente frecuencia es si debemos ser "gobernados" en absoluto.
Sin embargo, los anarquistas no evitan la organización. Si acaso, dedicamos demasiado tiempo preocupándonos por sus complejidades. Nos oponemos al gobierno porque nos oponemos a ser gobernados, no porque nos opongamos a organizarnos entre nuestros pares en beneficio mutuo.
Algunos anarquistas dicen que lo que quieren es una democracia directa: que las personas mismas puedan gobernar sin un estado a través de consejos comunitarios y otros sistemas organizativos horizontales. Otros rechazan completamente la palabra democracia, encontrándose demasiado ligada a los sistemas actuales y sugiriendo que la democracia sigue siendo un gobierno, uno que crea un conjunto de leyes que todos están obligados a obedecer—como cuando seis lobos y cuatro ovejas se juntan para planificar lo que les gustaría cenar. Cada anarquista, como cada persona, es diferente y encuentra resonancia en diferentes ideas y formas de enmarcar nuestras ideas.
Entre nosotros, generalmente creamos estructuras organizativas que permiten la plena autonomía de cada individuo, donde ninguna persona puede ser obligada a aceptar los deseos del grupo. Debido a que en su mayoría no estamos interesados en estructuras organizativas estáticas con membresía fija y oficial, los anarquistas pueden organizarse de manera orgánica. Las personas entran y salen de las organizaciones y estas mismas pueden aparecer y desaparecer con el tiempo según las necesidades de quienes las utilizan. Cuando se consideran útiles o necesarias estructuras más grandes, varios grupos a menudo forman redes, que son estructuras horizontales para la difusión de ideas e información y para la planificación de operaciones complejas.
Un Mundo Sin Ley
Qué noble es la ley, en su majestuosa igualdad, que tanto ricos como pobres tienen igual prohibición de orinar en las calles, dormir bajo los puentes y robar pan.
—Anatole France, 1894
Ninguna gran idea en sus comienzos puede estar dentro de la ley. ¿Cómo puede estar dentro de la ley? La ley es estática. La ley es fija. La ley es una rueda de carro que nos ata a todos, sin importar las condiciones, el lugar o el tiempo.
—Emma Goldman, 1917
Algunas personas tienen la desafortunada tendencia de insistir en que no puedes estar en contra de algo a menos que sepas por qué estás a favor. Rechazamos esa idea. No sentimos que el peso de la prueba recaiga sobre los oprimidos para identificar con qué querrían reemplazar a sus opresores.
Si te están golpeando con un bate de béisbol, no deberías sentirte obligado a articular con qué preferirías que te golpearan en su lugar. O, más al punto, la policía nos golpea con porras y los medios insisten en que si queremos dejar de ser golpeados con porras, necesitamos articular exactamente cómo queremos que se maneje el crimen y el castigo en una sociedad que no depende de la policía. Esto es absurdo.
Pero mientras identificar y destruir los sistemas existentes de dominación es la tarea inmediata que tenemos ante nosotros, también dedicamos parte de nuestro tiempo a imaginar cómo sería un mundo sin ley. Y ocasionalmente tenemos la oportunidad de llevar a cabo ese mundo durante días, semanas o años en grupos grandes y pequeños, y hemos tenido un buen éxito. Sabemos que el anarquismo funciona porque lo hemos experimentado.
Un mundo sin ley no es un mundo sin pautas. Nos oponemos a la ley porque la ley es una forma de entender la conducta humana que fue diseñada, y se ha implementado, para el control social en lugar de para promover la justicia. Las leyes están diseñadas para ser oscuras pero rígidas, creando una serie de trampas para aquellos que ya están marginados por la sociedad.
La ley no es realmente una herramienta útil para juzgar el comportamiento humano. Como sugiere el saber popular, las personas buenas no necesitan leyes y las personas malas no las siguen. Las leyes son blanco y negro, obligando a las personas a obedecer la "letra" de la ley mientras ignoran alegremente el "espíritu". Y además, porque se aplican mediante la violencia a la menor provocación, polarizan a la sociedad entre aquellos demasiado temerosos de salirse de la línea y aquellos que desobedecen simplemente por desobedecer. De cualquier manera, obstaculizan la capacidad de las personas para desarrollar sus propios conjuntos éticos personales. No ayudan a las personas a aprender a respetar a los demás por el simple hecho de respetar a las personas.
Las personas que son alentadas a actuar socialmente tienden a actuar de manera social, y las personas tratadas con empatía responderán, en su mayoría, de la misma manera. Siempre habrá excepciones, pero para tratar con esas personas, las pautas—que permanecen adaptables a las circunstancias—son una herramienta significativamente más útil que la ley jamás será. Además, muchos anarquistas trabajan hacia lo que se conoce como justicia transformadora. Este es el concepto de que, si bien es imposible reparar el daño causado por el perpetrador de un acto injusto, se puede trabajar para que el perpetrador asuma la responsabilidad personal por lo que ha hecho para evitar que vuelva a ese comportamiento en el futuro. Una sociedad anarquista, como cualquier otra, aún se defenderá de aquellos que no pueden o no quieren asumir la responsabilidad de sus acciones, pero esta autodefensa se realiza en nombre de la protección en lugar de castigo o venganza.
Vale la pena señalar aquí que, al igual que muchas de nuestras ideas y métodos, la justicia transformadora se practica—y se ha desarrollado—no solo por anarquistas, sino por una amplia gama de grupos marginados.
Y por supuesto, no vivimos en una sociedad anarquista, libre de la influencia de la cultura de dominación que nos rodea, y cualquier pensamiento que tengamos sobre un mundo sin ley es razonablemente hipotético. Una vez más, nos reservamos el derecho de condenar atrocidades, como la cultura de la prisión y la policía, sin sentir la obligación de presentar y aplicar alternativas completamente desarrolladas.
Ayuda Mutua y Solidaridad
Solo soy verdaderamente libre cuando todos los seres humanos, hombres y mujeres, son igualmente libres. La libertad de otros hombres, lejos de negar o limitar mi libertad, es, por el contrario, su premisa necesaria y confirmación.
—Mikhail Bakunin, 1871
La ayuda mutua es una forma elegante de decir "ayudarnos mutuamente", y es una de las creencias fundamentales del anarquismo. Creemos que las personas pueden interactuar de manera significativa compartiendo recursos libremente, sin coerción. Compartimos porque nos ayuda a nosotros mismos y a todos a nuestro alrededor a vivir vidas más significativas. Ponemos más énfasis en la cooperación que en la competencia.
La solidaridad es una palabra elegante para "apoyarnos unos a otros". La solidaridad es la fuerza más poderosa que los oprimidos pueden ejercer sobre sus opresores. Cada vez que van tras uno de nosotros, actuamos como si fueran tras todos nosotros. La solidaridad puede manifestarse de mil maneras diferentes. Puede ser cuando alguien derriba a un policía para liberar a otro manifestante, pueden ser manifestaciones o acciones en nombre de aquellos cuyas voces han sido silenciadas por el estado. La solidaridad puede ser ofrecer cuidado infantil para padres, puede ser ayuda médica. La solidaridad es cuando mostramos al mundo que ninguno de nosotros está solo, cuando elegimos entrelazar nuestras luchas.
La solidaridad a menudo se contrasta con la caridad. La caridad puede entenderse como una forma de proporcionar ayuda que refuerza la relación jerárquica entre grupos. Las personas ricas que donan dinero a la caridad hacen que las personas pobres dependan aún más de los ricos. Sin embargo, las personas pobres que se organizan para compartir recursos como iguales están actuando desde la solidaridad.
Consentimiento y Consenso
Quienquiera que ponga su mano sobre mí para gobernarme es un usurpador y tirano, y lo declaro mi enemigo.
—Pierre-Joseph Proudhon, 1849
Como anarquistas, nos comprometemos a hacer solo aquellas cosas con las personas que esas personas desean hacer. Utilizamos varios métodos para determinar qué son esas cosas.
A nivel individual, nos interesan las prácticas basadas en el consentimiento. Es sorprendente cuánto la sociedad convencional nos enseña a valorar el consentimiento mutuo.
El consentimiento es una forma de averiguar qué están interesadas en hacer otras personas contigo. Principalmente, esto significa preguntar a las personas antes de hacer cosas con ellas. "¿Quieres venir a esta manifestación?" "¿Puedo besarte?" "¿Quieres mi consejo?" "¿Puedo ayudarte con eso?" Algunas personas desarrollan formas no verbales conscientes de comunicar el consentimiento, pero lo importante es no actuar sin saber si la otra persona está informada de las ramificaciones de una acción, está en condiciones de tomar decisiones y está entusiasmada.
Una herramienta, entre muchas, que utilizamos para encontrar el consentimiento en grupos más grandes es el consenso. El consenso es una forma de determinar con qué se siente cómodo hacer todo el grupo. "¿Queremos bloquear este edificio?" "¿Queremos poner el nombre de nuestro grupo en esta carta pública?" "¿Queremos publicar este libro?"
El consenso es una herramienta útil para respetar la autonomía de cada individuo dentro de un grupo. Algunas personas confunden el consenso con el voto, pero donde todos están de acuerdo en lugar de una mayoría. Sin embargo, el voto puede ser una forma de toma de decisiones competitiva que no está diseñada para respetar la autonomía de las personas. El consenso, en lugar de ser una forma de convencer a todos para que estén de acuerdo con el mismo plan, es una manera de explorar cuáles son los límites lógicos de cualquier grupo dado. Si todos los miembros de un grupo no pueden estar de acuerdo en una acción específica, entonces esa acción no debería ser realizada por ese grupo, pero quizás las personas que están entusiasmadas con la acción puedan hacerla por separado. Sin embargo, a diferencia del consentimiento a nivel individual, no siempre es necesario que un grupo que busca consenso necesite que todos estén entusiasmados con la acción específica, y es común y respetable "abstenerse" de una decisión.
No todos los colectivos y grupos son muy formales en su toma de decisiones por consenso, y muchos grupos tienden a trabajar más en un modelo de "autonomía" en el que se confía en que cada uno actúe en nombre del grupo y luego sea responsable ante todos los demás por las acciones y decisiones que tomó en nombre del grupo.
Acción Directa
Los anarquistas saben que un largo período de educación debe preceder a cualquier cambio fundamental en la sociedad, por lo tanto, no creen en mendigar votos ni en campañas políticas, sino en el desarrollo de individuos que piensen por sí mismos.
—Lucy Parsons, 1890s
Los anarquistas no quieren reformar el sistema político existente; quieren abolirlo. En lugar de la defensa política, mediante la cual podríamos apelar a otros para cambiar nuestras condiciones, generalmente practicamos la acción directa. La acción directa es un medio mediante el cual tomamos control sobre nuestras propias vidas, mediante el cual recuperamos la autonomía y la agencia que nos son sistemáticamente arrebatadas por los sistemas gubernamentales, mediante el cual nos convertimos en individuos que piensan por sí mismos.
En lugar de rogarle al gobierno o a las corporaciones que empiecen a proteger los bosques, ponemos nuestros cuerpos entre los árboles y las motosierras, o nos colamos de noche para quemar sus camiones madereros. Ningún sistema basado en la industrialización y el capitalismo nunca va a priorizar los ecosistemas naturales sobre las ganancias, así que no vamos a perder nuestro tiempo pidiendo amablemente.
En lugar de pedirles a los capitalistas que deroguen sus políticas comerciales que están destrozando a las naciones en desarrollo, vamos a aparecer en masa en sus cumbres y bloquear a los delegados comerciales para que no tengan la oportunidad de planear. En lugar de hacer campaña por el derecho al matrimonio, viviremos nuestras vidas queer como queramos, con quien elijamos, y nos defenderemos de los intolerantes en lugar de pedirle al estado que intervenga.
Prefiguración
Si tomáramos al revolucionario más ferviente, le das de el poder absoluto, en un año sería peor que el propio Zar.
—Mikhail Bakunin
Participamos en la acción directa porque encontramos que los "medios" y los "fines" son inseparables; es el acto de trabajar hacia una sociedad mejor lo que nos muestra cómo es vivir en una. Es bastante probable que ninguno de nosotros viva en una sociedad anarquista, pero eso no significa que no podamos actuar como anarquistas ahora. Ser anarquista tiene tanto que ver con las formas en que te relacionas con el mundo y cómo tratas a las personas como con qué utopía fantástica esperas vivir algún día.
A veces llamamos a esta interconexión de medios y fines "prefiguración". Los anarquistas buscan actuar de maneras que maximicen la autonomía de otras personas. Muchos izquierdistas, especialmente marxistas, sugieren una vanguardia con la cual tomar el poder. No tenemos interés en tomar el poder para nadie más que para nosotros mismos, y nos oponemos a cualquiera que piense que debería gobernarnos, ya se autodenomina "revolucionario" o no.
Además, la prefiguración significa que no toleramos actitudes opresivas en nuestros círculos, porque buscamos un mundo sin comportamientos opresivos.
Sin embargo, la prefiguración no implica que tengamos que ser no violentos. Aunque creemos que un mundo anarquista responsable sería más pacífico que el mundo en que vivimos hoy, la mayoría de los anarquistas aceptan que la dominación a veces puede requerir fuerza violenta para detenerla. Nuestro problema no es con la violencia en sí misma, sino con los sistemas de dominación que hacen uso de ella.
Tácticas
Un anarquista es cualquier persona que niega la necesidad y legitimidad del gobierno; la cuestión de sus métodos para atacar es ajena a la definición.
—Benjamin R. Tucker, 1895
Así como no hay una idea unificada de economía anarquista, tampoco existe un marco universalmente aceptado para las tácticas anarquistas. Sabemos que creemos en la acción directa, pero ¿qué tipos? Casi cada anarquista individual o grupo anarquista podría responder a esta pregunta de manera diferente.
Una de las tácticas anarquistas más famosas en el siglo veintiuno es el bloque negro. El bloque negro es una táctica mediante la cual obscurecemos nuestras identidades vistiendo ropa negra idéntica y luego participamos en diversas acciones directas, generalmente en público. Las personas en bloque negro hacen de todo, desde destruir propiedad corporativa (como romper ventanas de bancos, tribunales, cadenas de tiendas y otras instituciones y símbolos de dominación) hasta defender manifestaciones de ataques policiales (a menudo usando escudos, pancartas reforzadas y ocasionalmente armas como mástiles de banderas o rocas lanzadas) y confrontar físicamente a fascistas. La táctica del bloque negro sigue siendo popular hoy en día porque empodera a quienes participan en ella y, en comparación con otras tácticas, es efectiva para mantener seguros a los involucrados frente a la represión policial. Esto no significa que todos los anarquistas participen o apoyen las tácticas del bloque negro, ni que las personas que participan en bloques negros no utilicen también otras tácticas.
Otra cosa por la cual los anarquistas son conocidos hoy son las organizaciones de ayuda mutua. En ciertos aspectos, estas organizaciones parecen ser el polo opuesto de las manifestaciones callejeras militantes: en lugar de atacar a la extrema derecha y al capitalismo, las organizaciones de ayuda mutua distribuyen alimentos, organizan atención médica, imparten talleres y en general nos ayudan, como parte de la sociedad, a cuidar de esa sociedad. Sin embargo, estas dos tácticas se refuerzan mutuamente, y mientras muchos anarquistas prefieren una u otra, muchos participan en ambas.
Hay muchas, muchas más tácticas con las que los anarquistas están activamente comprometidos en todo el mundo, además de distribuir alimentos en parques o vestir de negro y tomar las calles. (También, por ejemplo, a veces vestimos de colores cuando tomamos las calles.) Organizamos manifestaciones. Organizamos lugares de trabajo en sindicatos y creamos cooperativas de trabajadores. Trabajamos para ciudades diseñadas para satisfacer las necesidades de las personas y el ecosistema en lugar de los deseos de los ricos. Llevamos leña a quienes la necesitan para calentar sus hogares rurales. Golpeamos a los nazis. Infiltramos organizaciones nazis para desorganizar las. Tiramos tartas a políticos para mostrar al mundo que no son intocables. Dirigimos revistas y podcasts y escribimos como periodistas. Hackeamos bases de datos de seguridad y filtramos información al público sobre la forma en que se les espía. Contamos historias que erizan la resistencia a la opresión. Ayudamos a las personas a cruzar fronteras. Ayudamos a compañeros presos o a quienes salen de la cárcel. Se nos conoce por quemar uno o dos edificios. Y hace tiempo, pero solíamos matar reyes.
Abogamos por lo que se llama una diversidad de tácticas, lo que significa que tenemos tanto respeto por quienes practican la desobediencia civil no violenta como por los incendiarios; es decir, solo tanto respeto como las acciones individuales merecen por sí mismas en el momento, lugar y contexto social en que fueron utilizadas.
Estrategia
Una estrategia anarquista no es una estrategia sobre cómo hacer que una sociedad capitalista o estatista sea menos autoritaria o espectacular. Parte del supuesto de que no podemos tener una sociedad anarquista mientras el estado o el capitalismo continúen reinando.
—Aragorn!, 2005
Se han sugerido muchas estrategias más amplias sobre cómo podríamos crear una sociedad anarquista, o incluso solo estrategias sobre cómo podríamos vivir mejor como anarquistas aquí y ahora. Cada una tiene sus defensores y detractores, pero pocos creen que haya un único camino correcto hacia la libertad, y todas estas estrategias se han solapado en el pasado y seguirán haciéndolo en el futuro.
La estrategia más famosa es la de la revolución, en la que una sola sublevación masiva y razonablemente organizada permite a las clases oprimidas apoderarse de los medios de producción y tomar sus vidas en sus propias manos. Muchos anarquistas siguen siendo escépticos sobre cómo podríamos organizar tal cosa de manera que no simplemente deje a otro grupo, una suerte de gobierno anarquista, en el poder.
La revolución no tiene el mejor historial en términos de aumentar la libertad para aquellos en el país revolucionario. Con bastante frecuencia, los comunistas de estado u otros grupos autoritarios han tomado el control de la revolución en el último momento, ocupando el vacío de poder. Esto, muchos anarquistas argumentarían, no significa que una revolución antiautoritaria sea imposible, solo que enfrenta numerosos desafíos.
Una segunda estrategia es la de fomentar insurrecciones. Las insurrecciones son momentos de libertad y revuelta, que a menudo ocurren en tiempos de crisis. Estas insurrecciones pueden permitir la liberación de áreas del control estatal y, si las revueltas ocurren con fuerza y frecuencia crecientes, podrían llevar a una revuelta generalizada que podría romper el poder estatal. Se ha argumentado que las insurrecciones no proporcionan cambios duraderos y a menudo simplemente sirven como una excusa para la represión gubernamental, pero las insurrecciones también han desempeñado roles importantes en numerosas luchas anarquistas.
Una tercera estrategia que los anarquistas han intentado históricamente es el sindicalismo. Este método se basa en construir el poder de la clase trabajadora mediante la organización de los lugares de trabajo en sindicatos interconectados y mutuamente solidarios. El sindicalismo ha sido increíblemente popular y a menudo exitoso en el pasado, pero la segunda mitad del siglo veinte cambió fundamentalmente la manera en que los sindicatos y los lugares de trabajo se organizan. Sin embargo, las condiciones están cambiando nuevamente y la organización en los lugares de trabajo es nuevamente una estrategia prometedora.
Otra estrategia se conoce a veces como la estrategia del poder dual, o "construir el nuevo mundo en el seno del viejo". Esta estrategia consiste en construir "contra-infraestructura" siguiendo líneas anarquistas para satisfacer las necesidades y deseos de las personas mientras atacamos simultáneamente a las instituciones principales que están destruyendo el mundo.
Otros anarquistas no tienen interés en la creación de una sociedad anarquista, sino que se centran en atacar la sociedad que ha empobrecido el mundo. Estos anarquistas generalmente practican el nihilismo.
Ninguna de estas estrategias es excluyente, por supuesto. Tampoco es esta lista exhaustiva. Algunos anarquistas se preocupan principalmente por estrategias basadas en la descolonización, la educación o la intervención en crisis. Otros están probablemente trabajando arduamente ideando estrategias que nunca se han intentado, ideas que estamos ansiosos por poner a prueba.
Compromiso con el Sistema
El individuo no puede negociar con el Estado. El Estado reconoce solo una moneda: el poder, y la emite por sí mismo.
—Ursula K Le Guin, 1974
Obviamente, a pesar de nuestros mejores esfuerzos, vivimos en un mundo capitalista y estatista. El anarquismo es aspiracional y optimista, pero no delirante. El hecho de que no aprobemos la existencia del estado no significa que no comprendamos que existe y tiene poder material. No "creemos" en la prisión, pero eso no impide que el estado nos encierre en ella. Cada acción que tomamos, como individuos y como grupos, debe aceptar la realidad de la situación. Quizás si fuéramos anarquistas perfectos, destruiremos nuestros documentos de identidad emitidos por el estado y no nos detendremos la próxima vez que un policía encienda sus luces detrás de nosotros, pero todos debemos hacer concesiones estratégicas. De manera similar, queremos un mundo sin trabajo asalariado, pero esto no nos hace hipócritas cuando trabajamos por el dinero que necesitamos para comer.
Historia
Los anarquistas de la España revolucionaria preferirían probablemente que luchemos hoy nuestras propias batallas en lugar de pasar tanto tiempo discutiendo las suyas. Los anarquistas españoles eran gente común y corriente, y hicieron exactamente lo que nosotros haremos cuando tengamos la oportunidad.
—Curious George Brigade, 2004
Los anarquistas se preocupan más por el presente que por el futuro, porque cómo vivimos aquí y ahora es más importante que alguna utopía ilusoria. Y estamos más interesados en el futuro que en el pasado, porque tenemos control sobre el futuro y viviremos en él. Pero sí tenemos una historia larga y rica, de la cual podemos sacar inspiración, orgullo y numerosas lecciones.
Vale la pena distinguir entre Anarquismo, con mayúscula, y la tradición anárquica más amplia (a veces llamada "anarquía" en contraste con el Anarquismo). El Anarquismo, como generalmente se discute, es una posición ideológica desarrollada en Europa durante el siglo XIX junto con el socialismo, el comunismo y otras respuestas europeas al capitalismo. Este Anarquismo puede ser visto como parte de un movimiento anárquico más amplio, todas las tradiciones antiautoritarias y procomunales que se encuentran en casi todas las culturas de la historia, incluidas muchas culturas no occidentales que existen hoy en día.
En cuanto al anarquismo en sí, fue un tipógrafo francés de clase trabajadora, Pierre-Joseph Proudhon, quien acuñó el término en 1840 y fue el primero en identificarse a sí mismo como anarquista. La idea se propagó rápidamente y creció más allá de lo que un solo hombre podría haber imaginado.
Los anarquistas han desempeñado un papel enorme en revoluciones, luchas laborales, levantamientos y la cultura desde entonces. En la década de 1880, los anarquistas que luchaban contra el trabajo asalariado en Estados Unidos se involucraron en la lucha por la jornada laboral de ocho horas. Después de una serie de derechos laborales que culminaron en un enfrentamiento en Haymarket Square en Chicago, ocho anarquistas fueron juzgados explícitamente por ser anarquistas. Cuatro fueron ahorcados y uno se suicidó en la cárcel como resultado. Su martirio cambió la historia laboral en todo el mundo, y el anarquismo continuó siendo una voz fuerte en el movimiento laboral. La viuda de uno de esos mártires, una anarquista negra llamada Lucy Parsons, ayudó a formar el sindicato más revolucionario en la historia de Estados Unidos, la antirracista Industrial Workers of the World.
Los anarquistas en México lideraron las primeras huelgas en ese país a mediados del siglo XIX y eventualmente estuvieron involucrados en los levantamientos que llevaron a la revolución mexicana.
A principios del siglo XX, asesinamos a reyes y otros jefes de estado, ganándonos para siempre la reputación de lanzadores de bombas y asesinos, que algunos de nosotros llevamos con orgullo y otros preferirían olvidar.
Luchamos por la revolución en Rusia durante décadas, solo para ser traicionados cuando los bolcheviques volvieron y comenzaron a asesinarnos en 1917. Durante tres años, de 1918 a 1921, siete millones de ucranianos vivieron como anarquistas hasta que el ejército bolchevique traicionó una alianza y nos conquistó mientras estábamos ocupados luchando contra los ejércitos contratados por los capitalistas.
En Alemania en la década de 1920, los anarco-sindicalistas organizaron doscientas clínicas de aborto ilegales, ayudando a las personas, anarquistas o no, a controlar su autonomía corporal.
Tuvimos otros tres años de revolución de 1936 a 1939, cuando los sindicatos anarco-sindicalistas tomaron el control de Cataluña, una región de España, durante la Revolución Española. Una vez más, mientras los anarquistas estaban ocupados luchando contra una invasión de derecha, el partido comunista controlado por los bolcheviques abrió fuego contra nosotros y el país cayó en manos de los fascistas.
Los anarquistas estuvieron muy involucrados en la independencia de Corea del dominio colonial japonés, intentando más de una vez asesinar al emperador japonés, y estuvimos involucrados en la lucha laboral y agraria en América del Sur. Organizamos a vagabundos armados en los Estados Unidos y robamos bancos en Francia. Y hemos estado involucrados en numerosos movimientos artísticos, literarios y musicales, desde la participación de André Breton en el surrealismo hasta la influencia de Crass en el punk y el enfoque pacifista anarquista de Ursula le Guin en la ciencia ficción y fantasía.
Pero no podemos ser detenidos por el pasado. Tenemos nuestra propia historia por hacer.
Presente
El anarquismo no es un concepto que se pueda encerrar en una palabra como una lápida. No es una teoría política. Es una forma de concebir la vida, y la vida, sea joven o vieja, ancianos o niños, no es algo definitivo: es una apuesta que debemos jugar día tras día.
—Alfredo M. Bonanno, 1998
Desde el inicio del siglo veintiuno, el anarquismo ha estado en alza como movimiento. Comenzó con las manifestaciones anti-globalización a principios del milenio, luego pasó a la era de los movimientos contra la austeridad en todo el mundo a principios de los años 2010, y ahora entra en una época de ayuda mutua en desastres, organización de ayuda mutua y luchas contra el extremismo de derecha y la expansión de la vigilancia policial.
Los problemas que enfrenta el mundo en este momento son indescriptiblemente graves, desde el aumento de la extrema derecha en todo el mundo hasta el aumento de las temperaturas globales. Sin embargo, los sistemas económicos y gubernamentales que tenemos han demostrado ser ineptos o cómplices. Cada día, más personas están dispuestas a rechazar el autoritarismo, el capitalismo y las soluciones estatales a nuestros problemas. Lo cual tiene sentido—el capitalismo está destruyendo rápidamente todo, y no olvidaremos pronto la pesadilla que los autoritarios hicieron de la revolución, ya sean fascistas de derecha o estalinistas de izquierda.
Así que digamos que quieres unirte
En una sociedad que ha destruido toda aventura, la única aventura que queda es destruir esa sociedad.
—Graffiti francés anónimo, 1968
El anarquismo no es un club de membresía. Incluso como ideología política, somos más una anti-ideología que algo con un conjunto estricto de reglas. Así que no hay formularios de membresía para enviar por correo y no hay tarifas. Hay grupos anarquistas en todo el mundo que trabajan en muchos problemas que podrían interesarte, desde ecología hasta justicia social, y muchos de esos grupos te permitirán unirte, o al menos participar en sus acciones.
Pero también puedes simplemente hacerlo. Encuentra un grupo de personas con ideas afines y ponte en acción. Organiza a todos los jardineros de tu vecindario para compartir productos de forma gratuita o organiza resistencia contra una multinacional como Walmart que quiere establecerse en tu ciudad. Okupa un edificio y "toma prestada" electricidad para organizar eventos y recaudar dinero para presos anarquistas. Ataca símbolos de poder. Difunde información. Actúa de la manera en que sientas la necesidad de actuar.
Pero lo más importante de ser anarquista es: tratar a otras personas con respeto, como dueñas de sus propias vidas; y tomar control de tu vida, buscando la libertad pero manteniendo responsabilidad contigo mismo y con quienes te importan.
En algunos lugares, hay grupos existentes que pueden necesitar tu ayuda. Raramente serán organizaciones anarquistas directamente, más bien serán organizaciones en las que los anarquistas participan y que funcionan de manera horizontal. Food Not Bombs es una organización de ayuda mutua que lleva mucho tiempo proporcionando comida gratuita a quienes la necesitan. Las noches de escritura de cartas a presos también son una buena forma de involucrarse. Hay eventos de recaudación de fondos en centros comunitarios a los que puedes asistir.
En lugar de intentar unirte "a los anarquistas", generalmente es mejor unirse a los movimientos sociales en tu área y buscar a los anarquistas o a aquellos con tendencias anárquicas.
Como advertencia, hay depredadores en el movimiento anarquista. Agentes del estado se infiltran en nuestro movimiento y hacen todo lo posible por destruirlo. Se aprovechan especialmente de las personas nuevas, incitándolas a cometer actos ilegales y luego enviándolas a prisión por años o décadas. No cometas delitos graves con personas que no hayas conocido durante años. Nunca dejes que nadie te convenza de que si "realmente te importa" el anarquismo u otra causa, deberías realizar alguna acción peligrosa.
Y aunque estés actuando solo o con tus amigos de la infancia más cercanos, piensa cuidadosamente y con madurez en las consecuencias de cualquier acción ilegal que puedas tomar. Aunque no podemos dejarnos paralizar por el miedo, debemos recordar que ciertos tipos de acciones serán tratadas muy, muy seriamente por las autoridades y se puede hacer mucho más bien desde fuera de la prisión que desde dentro.
Pero dejando eso de lado, bienvenido/a. Te necesitamos. El mundo te necesita. Juntos/as podemos lograr algunas cosas.
Para saber más
A veces la gente pregunta qué tipo de gobierno es más adecuado para que viva un artista. A esta pregunta solo hay una respuesta. El tipo de gobierno más adecuado para el artista es ningún gobierno en absoluto.
—Oscar Wilde, 1891
Algunos anarquistas históricos interesantes para investigar por diversión incluyen: Lucy Parsons, Emma Goldman, Peter Kropotkin, Mijaíl Bakunin, Errico Malatesta, Kuwasi Balagoon, Ricardo Flores Magón, Jules Bonnot, Maria Nikiforova, Néstor Majnó, Noe Itō, Kaneko Fumiko, Voltairine DeCleyre, Louise Michel y Francesc Ferrer.
Vamos a heredar la Tierra. No hay la menor duda al respecto. La burguesía puede destruir y quemar su propio mundo antes de finalmente salir del escenario de la historia. No le tenemos miedo a los escombros. Nosotros, quienes hicimos las praderas y construimos las ciudades, podemos construir de nuevo, incluso mejor la próxima vez. Llevamos un mundo nuevo, aquí en nuestros corazones. Ese mundo está creciendo en este momento.
—Buenaventura Durruti, 1936
Life Without Law
Second Edition
The first edition was published in 2013. This revised edition was published in 2024. Both were published by Strangers In a Tangled Wilderness.
I want freedom, the right to self-expression, everybody’s right to beautiful, radiant things.
—Emma Goldman, 1931
An anarchist is someone who rejects the domination of one person or class of people over another. Anarch-ism is a very broad umbrella term for a group of political philosophies that are based on the idea that we can live as anarchists. We anarchists want a world without nations, governments, capitalism, racism, sexism, homophobia… without any of the numerous, intersecting systems of domination the world bears the weight of today.
There is no single perfect expression of anarchism because anarchism is a network of ideas instead of a single dogmatic philosophy. And we quite prefer it that way.
The World Today
You’re obliged to pretend respect for people and institutions you think absurd. You live attached in a cowardly fashion to moral and social conventions you despise, condemn, and know lack all foundation. It is that permanent contradiction between your ideas and desires and all the dead formalities and vain pretenses of your civilization which makes you sad, troubled and unbalanced. In that intolerable conflict you lose all joy of life and all feeling of personality, because at every moment they suppress and restrain and check the free play of your powers. That’s the poisoned and mortal wound of the civilized world.
—Octave Mirbeau, 1899
There are those who say that anarchism wouldn’t work, that we need laws and cops and capitalism. But we say that it is the systems currently in place which aren’t working.
Industrialization is warming the planet to the degree that it might yet just kill us all. In the best case scenario, we’ve already created one of the largest mass extinctions in the history of the earth. Deforestation spreads the deserts in the wild and systemic racism expands the food deserts in the cities.
Billions go hungry every day across the globe because global capitalism makes it more profitable for the elite of starving nations to grow crops for export than to feed their own people. Science has been subverted by the demands of profit, and research is only funded if it explores what might make some rich bastards richer.
Even the middle class is beginning to fall into ruin, and in this economy there aren’t many left who buy into the myth of prosperity they sold some of us when we were kids.
We’re told that anarchy can’t work because people are “inherently” flawed and are motivated solely by self-interest. They somehow make the illogical jump from this idea to the idea that we therefore need leaders and government. But if we don’t trust people to lead themselves, why do we trust them enough to put them in charge of everybody?
What if instead of the top-down organizations that have led us into ruin, we created horizontal organizations? What if we made a society in which we collectively confront problems–without ignoring what makes each of us unique and without forcing the individual into subservience to the whole?
Responsibility and Freedom
An anarchist is one who, choosing, accepts the responsibility of choice.
—Ursula K. Le Guin, 1974
One way some anarchists like to think about it is that anarchism is the marriage of responsibility and freedom. In a state society, under the rule of government, we are held responsible to a set of laws to which we did not consent. We are expected to be responsible without being trusted with freedom. There are laws about everything: whom we can love, what imaginary lines we can cross, what we can do with our own bodies. We are not trusted to act on our own authority, and at every turn we are being managed, observed, policed, and, if we step out of line, imprisoned.
The reverse—freedom without responsibility—is not much better, and it forms the mainstream myth of anarchy. Government thrives off this misconception, the idea that it’s only the existence of cops and prisons that keeps us from murdering one another wholesale. But in reality, the people in this world who act with total freedom and no responsibility are those so privileged in our society so as to be above reproach, such as the police and the ultra rich. Most of the rest of us understand that in order to be free we must hold ourselves accountable to those we care about and those our actions might impede upon: our communities and families and friends.
Anti-Capitalism
The first man who, having fenced in a piece of land, said “This is mine,” and found people naïve enough to believe him, that man was the true founder of civil society. From how many crimes, wars, and murders, from how many horrors and misfortunes might not any one have saved mankind, by pulling up the stakes, or filling up the ditch, and crying to his fellows: Beware of listening to this imposter; you are undone if you once forget that the fruits of the earth belong to us all, and the earth itself to nobody.
—Jean-Jacques Rousseau, 1754
There’s this idea, which has proven demonstrably false on a global level, that it’s “good” or “healthy” or “more natural” for most everyone in a society to act solely for personal gain. In economic terms, this is the central myth of capitalism: that everyone should try to get one over on everyone else all the time, and that if everyone does that, most people win. The people who want you to believe that myth are the people who do win: the people who already control everything.
Capitalism does not, as is popularly misunderstood, mean an economic system in which people work for money that they can exchange for goods or services. Capitalism is, instead, an economic system in which people can leverage their access to capital to extort money from other people. That is to say, capitalism is the system by which people who own things don’t have to work and everyone else does. The owning class makes money just by already having money. They make money off of investments, off of renting property, off of the value produced by their employees. They live in luxury because they are in the process of dominating everyone who makes money through work.
Capitalism is a system by which one class of people dominates another, and we oppose it. Instead, we suggest all kinds of different ways of organizing our economies. Some anarchists argue for communism, in which the means of production are held in common by communes or larger sections of society. Others favor mutualism, in which means of production are owned by individuals or collectives and money is used but money can only be made through work, not through capital. There’s collectivism, which strikes something of a middle ground between the two. There are many more ideas than this besides, and most anarchists believe that any given group of people ought to be free to choose the system that they prefer—as long as these ideas steer clear from demonstrably oppressive systems like capitalism.
Anti-State
Government is an association of men who do violence to the rest of us.
—Leo Tolstoy, 1894
For the past several hundred years, the progressive rhetoric in Western societies has been around what sort of government to have. But the division of people and geography into “states” under which they are ruled is itself preposterous and harmful. To an anarchist, asking what sort of government to have is like asking whether it’s better to be eaten by wolves or lions. What is not asked often enough is whether or not we ought to be “governed” at all.
Anarchists do not eschew organization, however. If anything, we spend too much of our time concerned with its intricacies. We are opposed to government because we are opposed to being ruled, not because we are opposed to organizing amongst our peers for our mutual benefit.
Some anarchists say that what they want is a direct democracy–that the people themselves can rule without a state through community councils and other horizontal organizational systems. Others eschew the word democracy entirely, finding it too wrapped up in the systems we have now and suggesting that democracy is a government still, one that makes up a set of laws that everyone is compelled to obey—like when six wolves and four sheep get together to plan what they would like for dinner. Every anarchist, like every person, is different and finds resonance in different ideas and different ways of framing our ideas.
Amongst ourselves, we generally create organizational structures that allow for the full autonomy of every individual, wherein no person can be compelled to go along with the wishes of the group. Because we are not interested, by and large, in static organizational structures with fixed and official membership, anarchists are able to organize organically. People come and go from organizations and the organizations themselves come and go over time based on the needs of the people who make use of them. When larger structures are deemed useful or necessary, various groups often form networks, which are horizontal structures for disseminating ideas and information and for planning complex operations.
A World Without Law
How noble the law, in its majestic equality, that both the rich and poor are equally prohibited from peeing in the streets, sleeping under bridges, and stealing bread!
—Anatole France, 1894
No great idea in its beginning can ever be within the law. How can it be within the law? The law is stationary. The law is fixed. The law is a chariot wheel which binds us all regardless of conditions or place or time.
—Emma Goldman, 1917
Some people have an unfortunate tendency to insist that you can’t be against something unless you know what you’re for. We reject that idea. We don’t feel the burden of proof is upon the oppressed to identify what they would like to replace their oppressor with.
If you’re being hit with a baseball bat, you shouldn’t feel obliged to articulate what you would prefer to be hit with instead. Or, more to the point, police hit us with batons and the media insists that if we wish to stop being hit with batons we need to articulate exactly how it is we’d like to see crime and punishment handled within a society that doesn't rely on police. This is nonsensical.
But while identifying and destroying the existing systems of domination is the task immediately before us, we do spend some of our time imagining what a world without law would be like. And occasionally we have the chance to enact such a world for days or weeks or years in groups both big and small, and we’ve met with a fair amount of success. We know anarchism works because we’ve experienced it.
A world without law is not a world without guidelines. We are opposed to law because law is a way of understanding human conduct that was designed—and has been implemented—for social control rather than for the furtherance of justice. Laws are designed to be obscure yet rigid, creating a series of traps for those who are already disenfranchised by society.
Law is not actually a particularly useful tool for judging human behavior. As the folk wisdom suggests, good people don’t need laws and bad people don’t follow them. Laws are black and white, forcing people to obey the “letter” of the law while gleefully ignoring the “spirit.” And what’s more, because they are enforced through violence at the slightest provocation, they polarize society into those too afraid to step out of line and those who disobey simply for the sake of disobeying. Either way, they hinder people’s ability to develop their own personal sets of ethics. They don’t help people learn to respect other people for the sake of respecting people.
People who are encouraged to act socially tend to act socially, and people who are treated with empathy will, by and large, respond in kind. There will always be exceptions, but for dealing with those people, guidelines—which remain mutable to circumstance—are a significantly more useful tool than law will ever be. Further, many anarchists work towards what is referred to as transformative justice. This is the concept that, while it is impossible to repair the harm done by the perpetrator of an unjust act, one can work to help the perpetrator take personal responsibility for what they have done so as to prevent them from returning to such behavior in the future. An anarchist society, like any other, will still defend itself from those who cannot or will not take responsibility for their actions, but this self-defense is done in the name of protection rather than punishment or revenge. It’s worth acknowledging here that like many of our ideas and methods, transformative justice is practiced—and was developed—not just by anarchists but by a wide range of marginalized groups.
And of course, we don’t live in an anarchist society, free from the influence of the culture of domination that surrounds us, and any thoughts we have about a world without law are reasonably hypothetical. Once more, we reserve the right to condemn atrocities, like the culture of prison and police, without feeling an obligation to field and implement fully-developed alternatives.
Mutual Aid & Solidarity
I am truly free only when all human beings, men and women, are equally free. The freedom of other men, far from negating or limiting my freedom, is, on the contrary, its necessary premise and confirmation.
—Mikhail Bakunin, 1871
Mutual aid is a fancy way of saying “helping each other out,” and it’s one of the core anarchist beliefs. We believe that people can interact in meaningful ways by sharing resources freely, without coercion. We share because it helps ourselves and everyone around us live more meaningful lives. We put more stock in cooperation than competition.
Solidarity is a fancy word for “having one another’s backs.” Solidarity is the most powerful force that the oppressed can bring to bear upon their oppressors. Every time they come after one of us, we act as though they are coming after all of us. Solidarity can look like a thousand different things. It can be when someone tackles a cop to free another protester, it can be demonstrations or actions in the names of those whose voices have been silenced by the state. Solidarity can be offering childcare for parents, it can be medical aid. Solidarity is when we show the world that none of us is alone, when we choose to intertwine our struggles.
Solidarity is often contrasted with charity. Charity can be understood as a way of providing aid that reinforces the hierarchical relationship between groups. Rich people donating money to charity makes poor people even more dependent upon the rich. Poor people, however, organizing to share resources as equals, are acting out of solidarity.
Consent & Consensus
Whoever lays his hand on me to govern me is a usurper and tyrant, and I declare him my enemy.
—Pierre-Joseph Proudhon, 1849
Since we anarchists are committed to only doing things with people that those people want to do, we utilize a number of methods to determine what those things are.
On an individual level, we’re interested in practices based on consent. It’s rather amazing how little mainstream society teaches us to value one another’s consent.
Consent is a way of finding out what other people are interested in doing with you. Mostly, this just means asking people before you do things with them. “Do you want to come to this demonstration?” “Can I kiss you?” “Do you want my advice?” “Can I help you with that?” Some people consciously develop non-verbal ways of communicating consent, but the important thing is to not act without knowing if the other person is informed of the ramifications of an action, is in a headspace to make decisions, and is enthusiastic.
One tool, among many, that we use for finding consent in larger groups is consensus. Consensus is a way of determining what everyone in a group is comfortable with doing. “Do we want to blockade this building?” “Do we want to sign our group’s name on this public letter?” “Do we want to publish this book?”
Consensus is a useful tool for respecting the autonomy of every individual within a group. Some people mistake consensus to be basically the same as voting but where everyone agrees instead of a majority. Voting, however, can be a form of competitive decision-making that is not designed to respect people’s autonomy. Consensus, instead of being a way to convince everyone to agree to the same plan, is a way of exploring what the logical limits of any given group are. If all members of a group cannot agree on a specific action, then that action shouldn’t be done by that group–but perhaps the individuals who are excited about the action can do it separately. Unlike consent on an individual level, however, it is not always the case that a group seeking consensus needs everyone to be enthusiastic about the given action, and “standing aside” on a decision is common and respectable behavior.
Not all collectives and groups are very formal in their consensus decision-making, and many groups tend to work more on an “autonomy” model in which everyone is trusted to act on behalf of the group and then be responsible to everyone else for the actions and decisions they made on behalf of the group.
Direct Action
Anarchists know that a long period of education must precede any great fundamental change in society, hence they do not believe in vote begging, nor political campaigns, but rather in the development of self-thinking individuals.
—Lucy Parsons, 1890s
Anarchists do not want to reform the existing political system; we want to abolish it. Instead of political advocacy, by which we might appeal to others to change our conditions, we generally practice direct action. Direct action is a means by which we take control over our own lives, by which we regain the autonomy and agency that is systematically stripped away from us by governmental systems, by which we become self-thinking individuals.
Rather than plead and beg for the government or corporations to start protecting forests, we put our bodies between the trees and the chainsaws—or sneak in at night and burn their logging trucks. No system based on industrialization and capitalism is ever going to prioritize natural ecosystems over profit, so we won’t waste our time asking nicely.
Rather than ask the capitalists to repeal their trade policies that are gutting developing nations, we will show up en masse to their summits and block trade delegates from ever having the chance to scheme. Rather than campaign for the right to marry, we’ll live our queer lives however we feel with whomever we choose, and we’ll defend ourselves from bigots instead of asking the state to intervene.
Prefiguration
If you took the most ardent revolutionary, vested him in absolute power, within a year he would be worse than the Tsar himself.
—Mikhail Bakunin
We participate in direct action because we find “means” and “ends” to be inseparable; it is the act of working towards a better society that shows us what it is like to live in one. It’s quite likely that none of us will live in an anarchist society, but that doesn’t mean we can’t act like anarchists now. To be an anarchist is at least as much about the ways in which you engage with the world and how you treat people as it is about what fantastic utopia you hope to one day live in.
Sometimes we call this intertwining of the means and the ends “prefiguration.” Anarchists aim to act in ways that maximize other people’s autonomy. Many Leftists, especially Marxists, suggest a vanguard with which to seize power. We’ve no interest in seizing power for anyone but ourselves, and we oppose anyone who thinks they ought to rule us, whether they call themselves “revolutionary” or not.
What’s more, prefiguration means that we don’t put up with oppressive attitudes in our circles, because we seek a world without oppressive behavior.
Prefiguration doesn’t mean, however, that we have to be nonviolent. While we do believe a responsible anarchist world would be more peaceful than the world we inhabit today, most anarchists accept that domination may occasionally need to be met with violent force in order to stop it. Our problem isn’t with violence itself, but the systems of domination that make use of it.
Tactics
An anarchist is anyone who denies the necessity and legitimacy of government; the question of his methods of attacking it is foreign to the definition.
—Benjamin R. Tucker, 1895
The same as there is no unified idea of anarchist economics, there is no universally accepted framework for anarchist tactics. We know we believe in direct action, but what kinds? Almost every individual anarchist or anarchist group might respond to this question differently.
One of the more famous anarchist tactics so far in the twenty-first century is the black bloc. The black bloc is a tactic by which we obscure our identities by wearing identical black clothing and then engage in various direct actions, usually in public. People in black bloc do everything from destroy corporate property (like breaking out the windows of banks, court houses, chain stores, and other institutions and symbols of domination) to defend demonstrations from police attack (often by using shields, reinforced banners, and the occasional weapon like flagpoles or thrown rocks) to physically confront fascists. The black bloc tactic remains popular today because it is effective at empowering those who participate in it and, compared to other tactics, is effective at keeping those involved safe from police repression. This does not mean that every anarchist participates in—or even supports—black bloc tactics, nor does it mean that people who participate in black blocs don’t engage in other tactics as well.
The other thing anarchists are perhaps best known for today are mutual aid organizations. In some ways, these organizations seem like the exact opposite of militant street demonstrations–instead of attacking the far right and capitalism, mutual aid organizations distribute food, organize medical care, teach workshops, and generally help us, as part of society, take care of that society. Yet these two tactics mutually reinforce each other, and while many anarchists prefer one or the other, many participate in both.
There are many, many more tactics that anarchists are actively engaged with all over the world besides distributing food in parks or wearing black and taking the streets. (We also, for example, sometimes wear color when we take the streets.) We organize demonstrations. We organize workplaces into unions and we start worker-owned cooperatives. We work towards cities designed to suit the needs of people and the ecosystem instead of the desires of the wealthy. We deliver firewood to those who need it to heat their rural homes. We punch Nazis. We infiltrate Nazi organizations to disrupt them. We throw pies at politicians to show the world that they are not untouchable. We run magazines and podcasts and write as journalists. We hack security databases and leak information to the public about the ways in which the public is being spied upon. We tell stories that heroize resistance to oppression. We help people cross borders. We help fellow prisoners or those getting out of prison. We’ve been known to burn down a building or two. And it’s been awhile, but we used to kill kings.
We advocate what’s called a diversity of tactics, meaning we’ve got as much respect for those practicing nonviolent civil disobedience as we do for arsonists—that is to say, only as much respect as the individual actions themselves deserve on their own merit at the time, place, and social context in which they were used.
Strategy
An anarchist strategy is not a strategy about how to make a capitalist or statist society less authoritarian or spectacular. It assumes that we cannot have an anarchist society while the state or capitalism continues to reign.
—Aragorn!, 2005
A lot of broader strategies have been suggested for how we might go about creating an anarchist society—or even just strategies of how we might best live as anarchists here and now. Each has their proponents and detractors, but few people believe that there is one single correct path to take towards freedom, and all of these strategies have in the past and will continue to overlap.
The most famous strategy is that of revolution, in which a single, reasonably organized mass uprising allows for the oppressed classes to seize the means of production and take their lives into their own hands. Many anarchists remain skeptical of how we might go about organizing such a thing in a way that doesn’t simply leave a different class of people, an anarchist government of sorts, in charge.
Revolution does not have the best track record in terms of increasing liberty to those in the revolutionary country. Quite often, state communists or other authoritarian groups have essentially seized control of the revolution at the last minute, stepping into the vacuum of power. This, many anarchists would argue, doesn’t mean that an anti-authoritarian revolution is impossible, only that it faces numerous challenges.
A second strategy is that of fostering insurrections. Insurrections are moments of freedom and revolt, often occurring in times of crisis. These insurrections can allow for areas to be liberated from state control and, if uprisings occur in increasing strength and frequency, allow for a generalized revolt that could break state power. It has been argued that insurrections do not provide lasting change and can often simply serve as an excuse for government repression, but insurrections have also played important roles in numerous anarchist struggles.
A third strategy that anarchists have historically tried is syndicalism. This method relies on building the power of the working class through organizing workplaces into interwoven, mutually supportive unions. Syndicalism has been incredibly popular and often successful in the past, but the second half of the twentieth century fundamentally changed the way that unions and workplaces organize. Conditions are changing again, however, and workplace organizing is once again a promising strategy.
Another strategy is referred to sometimes as the dual power strategy, or “building the new world in the shell of the old.” This is a strategy of building up “counter-infrastructure” along anarchist lines to fulfill people’s needs and desires while simultaneously attacking the mainstream institutions that are destroying the world.
Other anarchists have no interest in the creation of an anarchist society, but instead are focused on attacking the society that has immiserated the world. These anarchists generally practice nihilism.
None of these strategies are mutually exclusive, of course. Neither is this list exhaustive. Some anarchists find themselves primarily concerned with strategies based around decolonization, education, or intervening in crisis. Others are likely hard at work scheming strategies that have never been tried, ideas that we can’t wait to test.
Engagement With The System
The individual cannot bargain with the State. The State recognizes no coinage but power: and it issues the coins itself.
—Ursula K Le Guin, 1974
Obviously, despite our best efforts, we live within a capitalist, statist world. Anarchism is aspirational and optimistic—it is not, however, delusional. Just because we do not approve of the state’s existence doesn’t mean we don’t understand that the state exists and has material power. We don’t “believe” in prison, but that doesn’t keep the state from locking us inside it. Every action we take, as individuals and as groups, needs to accept the reality of the situation. Perhaps if we were perfect anarchists, we would destroy our state-issued IDs and not pull over the next time a cop puts on their lights behind us, but we must all make strategic concessions. Similarly, we want a world without wage labor, but this does not make us hypocrites when we work for the money we need so that we can eat.
History
The anarchists of revolutionary Spain would probably rather we fight our own struggles today than spend so much time discussing theirs! The Spanish anarchists were just regular folks, and they did exactly what we’ll do when we get the opportunity.
—Curious George Brigade, 2004
Anarchists are more concerned about the present than the future, because how we live here and now is more important than some illusory utopia. And we’re more concerned with the future than the past, because we have control over the future and we will live in it. But we do have a long and rich history, from which we can draw inspiration, pride, and numerous lessons.
It’s worth distinguishing between Anarchism, with a capital-A, and the broader anarchic tradition (or sometimes “anarchy” as contrasted with Anarchism). Anarchism, as it’s usually discussed, is an ideological position developed in Europe during the 19th century alongside socialism, communism, and other European responses to capitalism. This Anarchism can be seen as a part of a broader anarchic movement–all of the anti-authoritarian, pro-communal traditions that can be found in almost every culture in history, including many non-Western cultures around today.
As for anarchism itself, it was a French working-class typesetter, Pierre-Joseph Proudhon, who coined the term in 1840 and was the first to self-identify as an anarchist. The idea spread quickly and grew beyond what one man could have imagined.
Anarchists have played an enormous role in revolutions, labor struggles, uprisings, and culture ever since. In the 1880s, anarchists fighting against wage labor in the United States got caught up in the fight for the eight-hour work day. After a series of labor rights culminating in a fight in Haymarket Square in Chicago, eight anarchists were put on trial explicitly for being anarchists. Four were hanged and one killed himself in jail as a result. Their martyrdom changed labor history across the world, and anarchism continued to be a strong voice in the labor movement. A widow of one of those martyrs, a Black anarchist named Lucy Parsons, went on to help form the most revolutionary union in US history, the antiracist Industrial Workers of the World.
Anarchists in Mexico led that country’s first strikes in the middle of the nineteenth century and eventually were involved in the uprisings that led to the Mexican revolution.
At the turn of the twentieth century, we killed kings and other heads of state, forever earning a reputation as bomb-throwers and assassins which some of us wear with pride and others would prefer to forget.
We fought for revolution in Russia for decades, only to be betrayed when the Bolsheviks turned around and began to murder us in 1917. For three years, from 1918–1921, seven million Ukrainians lived as anarchists until the Bolshevik army betrayed an alliance and conquered us while we were busy fighting armies hired by the capitalists.
In Germany in the 1920s, anarcho-syndicalists organized two hundred illegal abortion clinics, helping people–anarchist or not–control their bodily autonomy.
We had another three years of revolution from 1936–1939, when anarcho-syndicalist labor unions took control of Catalonia, a region in Spain, during the Spanish Revolution. Once again, while anarchists were busy fighting a right-wing invasion, the Bolshevik-controlled communist party opened fire on us and the country fell to fascists.
Anarchists were heavily involved in Korean independence from Japanese colonial rule–trying more than once to assassinate the Japanese emperor–and we were involved in labor and land struggle in South America. We organized hobos with guns in the US and we robbed banks in France. And we’ve been involved in numerous art, literary, and music movements—from André Breton’s involvement in surrealism to Crass’s influence on punk and Ursula le Guin’s anarchist pacifist approach to science fiction and fantasy.
But we cannot be weighed down by the past. We have our own history to make.
Present
Anarchism is not a concept that can be locked up in a word like a gravestone. It is not a political theory. It is a way of conceiving life, and life, young or old as we may be, old people or children, is not something definitive: it is a stake we must play day after day.
—Alfredo M. Bonanno, 1998
Since the start of the twenty-first century, anarchism has been, as a movement, on the upswing. It started with the anti-globalization demonstrations at the turn of the millennium, then moved into the era of anti-austerity movements across the world in the early 2010s, and now into an era of disaster relief, mutual aid organizing, and the fights against rightwing extremism and the expansion of policing.
The problems the world faces right now are indescribably dire–between a rise in the far right across the globe to the rise of, well, temperatures across the globe. Yet the economic and governmental systems we have in place have proven themselves either inept or complicit. Every day, more people are willing to reject authoritarianism, capitalism, and the state solutions to our problems. Which makes sense—capitalism is quickly destroying everything, and we won’t soon forget what a nightmare the authoritarians made of revolution, whether the right-wing fascists or the left-wing Stalinists.
So Let’s Say You Want to Join
In a society that has destroyed all adventure, the only adventure left is to destroy that society.
—Anonymous French Graffiti, 1968
Anarchism isn’t a membership club. Even as a political ideology, we’re more of an anti-ideology than we are one with a strict set of rules. So there are no membership forms to mail in and there are no fees. There are anarchist groups, all over the world, working on any number of problems that might interest you, from ecology to social justice, and many of those groups will let you join, or at least participate in their actions.
But you can also just, well, do it. Find yourself a like-minded group of people and get to it. Organize all the gardeners in your neighborhood to share produce for free or organize against a multinational like Walmart moving into town. Squat a building and steal electricity to throw shows and raise money for anarchist prisoners. Attack symbols of power. Spread information. Act in the ways you feel compelled to act.
But the most important things about being an anarchist are: treating other people with respect, as masters of their own lives; and taking control of your life, seizing freedom, but remaining responsible to yourself and those you care about.
In some places, there are existing groups who can use your help. Only rarely will these be anarchist organizations–instead, they will be organizations that anarchists participate in that organize horizontally. Food Not Bombs is the longest-running mutual aid organization, providing free food to all those who need it. Prisoner letter writing nights are a good way to plug in as well. There are fundraisers to attend at community centers.
Rather than looking to join “the anarchists,” it’s generally better to join the social movements in your area and look for the anarchists or those with anarchic tendencies.
As a word of warning, there are predators in the anarchist movement. Agents of the state infiltrate our movement and do their utmost to destroy it. They prey upon new people in particular, setting them up to break the law and then sending them to prison for years or decades. Don’t commit felonious crimes with anyone you haven’t known for years. Never let anyone convince you that if you “really cared” about anarchism or some other cause that you’d take some dangerous action.
And even if you’re acting alone or with your closest childhood friends, think carefully and maturely about the ramifications of any illegal action you might take. While we cannot let ourselves be paralyzed by fear, we need to remember that certain types of actions will be treated very, very seriously by the authorities and far more good can be done from outside of prison than from within.
But that aside, welcome. We need you. The world needs you. Together we can get some things done.
Further Reading
People sometimes inquire what form of government is most suitable for an artist to live under. To this question there is only one answer. The form of government that is most suitable to the artist is no government at all.
—Oscar Wilde, 1891
Some cool historical anarchists to look up for fun include: Lucy Parsons, Ricardo Flores Magón, Emma Goldman, Peter Kropotkin, Mikhail Bakunin, Errico Malatesta, Kuwasi Balagoon, Ricardo Flores Magón, Jules Bonnot, Maria Nikiforova, Nestor Makhno, Noe Itō, Kaneko Fumiko, Voltairine DeCleyre, Louise Michel, and Francesc Ferrer.
Suggested fiction
The Dispossessed, by Ursula K Le Guin
A Country of Ghosts, by Margaret Killjoy
Just Passing Through, by Paco Ignacio Taibo II
The Mars trilogy by Kim Stanley Robinson
V for Vendetta, by Alan Moore
The Fifth Sacred Thing by Starhawk
Suggested films
If a Tree Falls
Breaking the Spell
Libertarias
Rebellion in Patagonia
Anarchist From Colony
Land & Freedom
Was tun, wenn’s brennt? (What to Do in Case of Fire)
Suggested anarchist publishers
AK Press
PM Press
CrimethInc
Eberhardt Press
LBC Books
Combustion Books
Detritus Books
On Our Own Authority
Strangers In a Tangled Wilderness (that’s us!)
We are going to inherit the earth . There is not the slightest doubt about that. The bourgeoisie may blast and burn its own world before it finally leaves the stage of history. We are not afraid of ruins. We who ploughed the prairies and built the cities can build again, only better next time. We carry a new world, here in our hearts. That world is growing this minute.
—Buenaventura Durruti, 1936
Skills Series—Basic First Aid for Emergencies
We are excited to announce a new series of zines, the Live Like the World is Dying skills series. Each will explore different essential skills and are designed to be printed and held on to as reference material. This first issue is a collaboration between us and Riot Medicine [link] and is exactly what it says on the title: basic first aid for emergencies. You have our blessing to print and distribute these zines as widely as you are capable, so long as you do not do so for profit and ideally distribute them for free.
If you are interested in collaborating with us to produce a zine in this series, please submit your proposal (rather than a completed piece) to strangers.publisher@gmail.com.